jueves, 17 de julio de 2008

LA CRUELDAD EN LA ERA DE LA NARANJA




INTRODUCCIÓN


Hace un tiempo una mujer de mi familia aconsejaba a las más jóvenes sobre los peligros de la superficialidad, especialmente a la hora de escoger pareja; las palabras de las chicas redundaban en las características del “hombre ideal”, una de ellas, tal vez un poco más exigente se refería a la importancia de tener al lado un hombre inteligente; sin embargo la mujer mayor apuntalaba la idea de un compañero bueno. Reforzaba sus palabras advirtiendo el peligro de un hombre inteligente y malvado. Siempre es discutible si es más letal un ser malvado e inteligente k uno malvado y bobo, e igualmente la disyuntiva de cual de los dos escoger.

En esta era de postmodernidad, a la ambivalencia de bondad/maldad, inteligencia/estupidez, hay k sumarle los niveles de enfermedad psicológicas con los k nos contaminamos. Desde la aparición del psicoanálisis nos encontramos permanente autoexaminandonos, escarbando en nuestro pasado, en los varios traumas de la niñez y las posibles razones del fracaso de las relaciones k emprendemos, y claro, nunca llegamos a una conclusión satisfactoria, solo encontramos k a pesar de reconocernos incapaces emocionales seguimos en este mundo transmitiendo nuestro padecer, convirtiendo en pandemia aquello k parecería un problema personal.



EL CLAN LICANTROPO


Cierta rama de la psicología señala la probabilidad de que el hombre violento k abusa de otros muy probablemente fue víctima de abuso en su niñez, y de esta manera se crea un ciclo siniestro, siendo éste muy difícil de romper. Hay incluso familias enteras a quienes les cae como anillo al dedo la ultima frase del libro Cien Años de Soledad “una familia maldita condenada a cien años de soledad”. Sus miembros pueden en ocasiones hasta llegar a reconocer su monstruosidad, incluso auto denominarse, con un extraño sentido de humor, “licantropos”, haciendo referencia a la antigua leyenda del hombre lobo. Lastimosamente estos seres se reproducen y transmiten su condición a su descendencia, a quienes con una extraña tristura llegan bautizar como “lobitos”.

Estos lobeznos, eternos seres humanos mutilados, a los 4, 15, 20, 30, 70 años o a la edad k sea, siguen oliendo a leche, suelen aullar con tristeza a la luna, y viven con la eterna pregunta: ¿Quién fue el primer licantropo y por qué? ¿Quién y por k le hizo esto a mi papá? ¿Porke me pasa esto a mí?

Pese a la crueldad de la maldición k cargan en su vida, los licantropos pueden al mismo tiempo ser seres bellos. Durante el día aman, crean, cuidan, viven, son seres mágicos, sabios conocedores de la tristura, hacedores de la risa e inventores de lo imposible. Al salir la luna se transmutan en seres tortuosos, con sus patas espantosas de garras desfiguradas destruyen lo k han cuidado y amado con el sol en lo alto. Al amanecer, despiertan con la boca llena de la sangre de los vástagos; las crías, la pareja, convertidos en alimento del monstruo. Hombre lobo al fin, limpia su boca, seca las lágrimas, recoge los pedazos del corazón y sigue adelante, al fin y al cabo el lobo esta lleno de vida, la ama con intensidad y sabe como perdonarse, el amor esta a la vuelta de la esquina y la plenitud es para los audaces k saben hacerse de ella.

Así se crea una espiral infinita, a veces peor, más intensa, otras veces más suave, pero en todos los casos muy difícil de terminar.

Sin embargo, en ocasiones muy raras, del pantano de los licantropos, una k otra de sus semillas malditas logra escapar. Un impredecible accidente crea circunstancias ajenas k mitigan la miseria, y estos animalillos, libres y salvajes, pueden transformarse en puros seres de luz, flores de loto k fueron capaces de sublimar la podredumbre.

¡A su salud y en su nombre la alegría de vivir!



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